Aldo Rossi afirmó en más de una ocasión que los lugares son más fuertes que las personas. El precursor de la arquitectura posmoderna solía decir que esa posibilidad de permanencia es lo que hace que un paisaje o un edificio puedan resultar superiores a nosotros mismos. Quizás por ello, nos hemos empeñado durante siglos en hacerlo añicos y eliminar así un posible competidor en esta carrera antropocéntrica en la que estamos embarcados desde que existimos.