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El valor de las manos

Gabi Martínez es un escritor cuyos libros nacen en su mayoría de un deseo de exploración de algún territorio, sea geográfico, sea moral, sea íntimo, como ocurre en el más reciente, Un cambio de verdad. Frente a los desafíos planteados en obras como La España inesperada, donde el escritor, influido por Paul Theroux, se hundía en la ácida exploración de espacios colectivos, o Voy, un ejercicio sorprendente, muy atrevido, de desdoblamiento biográfico, en el libro que nos ocupa Martínez decide desandar el camino vital de su madre, nacida en un pueblo de La Mancha fronterizo con la comarca extremeña de La Siberia para vivir como vivía ella de pequeña, de las labores de pastoreo de un rebaño de ovejas, antes de emigrar junto a sus padres a Barcelona. El experimento se lleva a cabo en un principio con un interés profesional, escribir un libro contando la experiencia: lo que supone vivir en medio de la dehesa dejando atrás el confort urbano y no contando más que con lo indispensable para sobrevivir: una cabaña de pastor, un fuego en el hogar, unas pocas horas de luz eléctrica y el agua de un pozo cercano. Alimentándose de migas, café y la conversación de la gente del campo, algunos de ellos muy conscientes de lo que en pleno siglo XXI significa permanecer alejado de la mal llamada civilización. Nuestro autor emprende el viaje sin escopeta ni petaca de coñac como sí llevaba Stevenson cuando se adentró en el Macizo Central francés durmiendo à la belle étoile y buscando el pensamiento libre lejos de su casa. Si bien se cuenta con la maravilla de poder freír unos ajos al caer la tarde, dando así personalidad a unos espárragos verdes recogidos al pasar, sin más ambición que aprender a ver lo que ofrece la tierra. Estamos entre Pla y Delibes, aunque el estilo, tan frío, de Gabi Martínez nos obliga, como lectores, a comunicarnos directamente con la idea que late tras el esfuerzo por recuperar el mundo de la vida de sus antepasados: el hecho de que volver al campo para atender un rebaño de ovejas alcance finalmente una trascendencia política que ahora estamos en mejores condiciones que nunca para considerarla seriamente como una alternativa real a nuestro modo de vivir. ¿La España vacía en tránsito a dejar de serlo?

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