Como en cualquier convivencia donde el roce hace el cariño, la experiencia de pasar tanto tiempo entre cuatro paredes nos enseñó a amar a nuestra casa más intensamente que nunca antes; pero también (como en cualquier convivencia), nos abrió los ojos a la cruda realidad: a sus carencias, a los agujeros estéticos y a sus errores de diseño y funcionalidad.