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La enfermedad mental: el enemigo invisible

El otro día desayunaba con mi amigo Antonio. Me contaba con gran emoción la historia de una amiga que, como muchas otras personas, había perdido a su padre durante el confinamiento. En este caso, al ser ella médico, había tenido la gran suerte de poder despedirse de él, que llevaba enfermo muchos años, pues tenía alzhéimer. Cuando llegó a la habitación, el padre estaba intubado, por lo que no podía hablar, y tampoco podía abrir los ojos. Apenas le quedaban unos minutos de vida. Se acercó a su padre, le cogió la mano y le dijo: “Papá, soy yo, si puedes oírme, apriétame la mano”. El padre le apretó la mano y ella entonces le preguntó si estaba sufriendo, el padre no movió un ápice. Ella le preguntó si la quería y él apretó y volvió a apretar la mano hasta que no pudo más.

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