Carlos, Merche, Marijoxe… Todos saludan a Ramón Andrés en Elizondo. El ensayista, poeta y aforista lleva viviendo tres años en este pueblo del valle de Baztán, al norte de Navarra, pero cualquiera diría que es vecino de toda la vida. Llegó de Barcelona, desalojado por la presión inmobiliaria y por el griterío de una sociedad enfrentada, y se instaló en un silencioso apartamento con vistas a “un occidente recortado de montes suaves y arboledas”. Desde allí caza con prismáticos “bandadas de aves migratorias”: cigüeñas, águilas pomeranas, cormoranes, ánades, grullas y garzas, según el inventario que Andrés (Pamplona, 1955) hace al final de su último libro, Filosofía y consuelo de la música (Acantilado).