En plenas marismas del Guadalquivir, en lo que ahora se conoce como Isla Menor, los vikingos levantaron en el año 844 una base militar desde la que atacar Sevilla, una ciudad prácticamente vacía porque sus habitantes habían huido aterrados al descubrir las amenazantes naves de los nórdicos remontando el río. Los madjus —como llamaban los árabes a los invasores venidos de Escandinavia— tomaron finalmente la urbe andaluza y mataron o convirtieron en esclavos a sus habitantes, en especial a las mujeres, cuya venta era uno de los motores más significativos de su economía. Los árabes necesitaron 42 días para expulsarlos de la ciudad, no sin antes verse obligados a reclutar numerosos refuerzos venidos de Córdoba y del noreste peninsular.