Mientras ojeaba documentos para elaborar su tesis doctoral, Diego Amores encontró un artículo científico que le impactó tanto que decidió complementar su incipiente carrera docente en la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM) con un nuevo oficio: granjero de larvas de mosca. En ese informe que llegó a sus manos parecía relevarse un secreto rentable, el uso de insectos para eliminar basura orgánica. Aunque el proyecto empresarial de Amores, de seis años de vida y llamado Entono Agroindustrial, es más complejo que eso: contacta con empresas que generan grandes cantidades de residuos, investiga su tipología en un laboratorio y les propone construir junto a sus fábricas una planta de cría de larvas de la mosca negra soldado (Hermetia ilucens) para que estas devoren los desechos y los transformen en materia prima aprovechable. Todo el proceso se gestiona a través de un equipo de alta tecnología. “La larva de este insecto tiene un apetito voraz. Puede comer casi cualquier cosa, desde lodos de depuradoras hasta el bagazo derivado de la producción de cerveza. Es una forma limpia de que las empresas gestionen sus residuos y saquen un rendimiento económico”, explica Amores, que continúa como profesor en el Departamento de Tecnología de la Alimentación de la UCAM.