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Madre que nutre y madre que devora

En la mesa de novedades de las librerías nos encontramos con un poemario y un libro de cuentos de la joven escritora ecuatoriana Mónica Ojeda. Es una buena noticia. Ojeda no es una escritora tolerada por todos los públicos y me parece que esa cualidad es la que hace de su escritura una propuesta interesantísima. Historia de la leche y Las voladoras son dos textos umbilicalmente conectados por una poética, coagulada en una frase, que se repite en ambos: “¿Te gusta el sabor de la sangre?”, pregunta Luciana en el relato ‘Terremoto’, y su hermana, “Ñaña, ñañita”, responde: “Me gusta. Sabe a sangre”. El mismo leitmotiv vampírico, que expresa una idea nutricia de la palabra, inspira los versos de Historia de la leche, una reinterpretación del asesinato cometido por Caín, reconvertido en amante y femenina voz poemática, que mata a su hermana Mabel. Las hermanas —“Ñana, ñañita”— se mutilan y se exploran, las madres se quejan, animalizan a sus familias, los padres sin dentadura piden perdón. El imaginario de la escritora, blindado en la lógica coherente de lo alucinatorio, se inscribe entre los vértices —violencia, cuerpo, mujer— de un triángulo equilátero. Sobre, contra, en esa área, casi como bellas y aberrantes figuras de un vallado jardín de las delicias, pululan mujeres que son cabezas, cuerpos femeninos horrendos en la impostura de la pose erótica —tremendo el monólogo de Ana en ‘Soroche’—, lenguas mudas cercenadas por un filo cortante, torsos desmembrados…

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