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UCD: un legado encomiable

En los albores de la Transición política, Javier Pradera, Miguel Ángel Aguilar y Clemente Auger, entre otros, instauraron el provocativo premio del Tonto Español Contemporáneo. La particularidad era que se retiraba el galardón a aquel que lo aceptara, porque ese solo hecho demostraba que al fin y al cabo no era nada tonto. La anécdota me ha venido a la cabeza al leer el introito del segundo tomo de memorias de Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona, ministro que fue de Justicia y Educación por aquellas fechas. En la introducción recuerda cómo en la Comisión de Subsecretarios, que desde 1976 ha venido estableciendo la agenda de los Consejos de Ministros, sus muy dignos integrantes decidieron crear “un premio anual para el más pelma” de ellos, denominado El Coñazo de Oro. Se trataba de recompensar las dotes de aquellos funcionarios dispuestos a prolongar con su verbosidad las interminables jornadas de trabajo en las que pretendían “devorar toda suerte de acuerdos que en número de millares se agolpan en sus insondables carteras”. El autor asegura que a punto estuvo de conseguir el galardón el entonces subse de Agricultura José María Álvarez del Manzano, más tarde excelente alcalde de Madrid.

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