De unos años hacia acá observamos en la creación literaria una decidida voluntad de conceder a la familia un lugar central. Su carácter y naturaleza ha pasado a ser eje de una reflexión y escritura cada vez más franca, abierta, crítica, lúcida, a veces bronca y otras que resulta fruto de un desnudamiento brutal. Ha quedado atrás el conocido íncipit de Tolstói en Ana Karenina sobre familias felices y desgraciadas. Aquel somero juicio se ha visto superado por una casuística narrativa abrumadora: la impresión es que en todas convive la felicidad con la desgracia. En todo caso, es un tema que absorbe a escritores de ambos sexos y los conduce a la exploración de experiencias familiares tanto propias como ajenas.