El coronavirus nos trastocó la vida de golpe. Muchos meses después seguimos en una constante adaptación. Enfrentamos pérdidas económicas, personales y sociales, y la falta de certezas en una realidad mutante que, en plena segunda oleada de la pandemia, parece no tener fin. Cuesta desconectar, cuesta dormir, cuesta concentrarse. Un puñado de testimonios en primera persona retrata el estado de ánimo de una sociedad sometida a estrés.