Los piratas sembraban el terror en la costa mediterránea de España en el siglo XV. Arrasaban con todo y se llevaban a la población, a la que esclavizaban para venderla en el mercado otomano. En Benidorm, estos expertos marineros se solían esconder tras una punta rocosa, bajo los espectaculares acantilados en los que se precipita la Serra Gelada (Sierra Helada), para sorprender con sus ataques. Un siglo después, en esa misma punta, se erigió una torre vigía por orden del rey Felipe II. Formaba parte del sistema defensivo del litoral, cuyas construcciones tenían como finalidad alertar de la presencia de los corsarios para dar tiempo a que los moradores cristianos buscaran refugio en los castillos y fortalezas, o huyeran hacia el interior.