En nuestra sociedad, cada vez más, predomina la mente. En nuestro centro de operaciones gestionamos cada día miles de estímulos que nos llegan a través del correo, las aplicaciones de mensajería móvil, las redes sociales, los medios de comunicación, las personas con las que interactuamos. Nuestra mente está sometida a una sobreestimulación constante, lo cual puede derivar en estrés, ansiedad y agotamiento general. El protagonismo de nuestra mente, además, va en detrimento de la actividad del cuerpo, relegado para muchos a un mero envase que contiene los órganos y nos permite movernos —menos de lo que necesitaríamos— de un espacio a otro. Y al sedentarismo propio de la era tecnológica se han sumado los efectos colaterales de las distintas restricciones de la pandemia.