La edad no es una excusa. Las etapas de la vida van cambiando y eso supone ir derribando obstáculos. Pero ¿quién determina cuándo uno es muy joven o demasiado mayor para emprender un reto? Hace un siglo, alguien decidió que a los 65 años una persona ya era vieja. Desde 1919 no hemos vuelto a reparar en ello. Es cierto que los sesgos cognitivos nos sirven para pensar más rápido, pero en este caso no solo nos llevan a pensar peor, sino que arriesgan la construcción sana de una sociedad.