Hace unos años, un meme conquistó Internet. Alguien pisaba una pieza de Lego y sufría un dolor insoportable. Había distintas versiones, pero la idea era siempre la misma: que nada es comparable al dolor de clavarse uno de esos juguetes. Ni brasas candentes, ni la cama de un faquir. El mensaje era jocoso, pero encerraba un halago: que la sensación de tropezar con uno de esos ladrillos de plástico es universal, porque están en el suelo de casi cualquier hogar del mundo.