Los gatos, los perros o las liebres no pueden repensarse como especie, no saben lo que es una asamblea. Nosotros, en cambio, sí. Pero no lo hacemos, no nos repensamos. No nos sentamos a negociar qué nos conviene para continuar siendo un éxito evolutivo o biológico. Vamos solos por la calle, como el hombre de la foto. Vamos solos por la vida incluso cuando nos hallamos en medio de manifestaciones multitudinarias. Nos parecemos a los personajes de los cuadros de Hopper sentados a la barra de las cafeterías. Simulacros de comunicación no nos faltan, ahora contamos con el de las redes sociales, donde un “me gusta” o un retuit nos provocan un sucedáneo de emoción. Una emoción basada en nada porque al final la gente se muere sola delante de la tele, viendo y dejándose ver por un programa de entretenimiento.