Don Manuel lleva puestos dos cinturones. El primero sirve para lo de siempre: sujetar el pantalón. El segundo, atado a la altura del ombligo, lo usa como faja desde que le dio una hernia de tanto subir y bajar la reja metálica de su peluquería. El cinturón-faja además no solo le protege las lumbares: hay gente que al verlo, ancho y de cuero marrón, piensa que lleva colgada una pistola. Aunque la verdad es que en la peluquería no hay armas, salvo las navajas de afeitar y un hacha de su época de alpinista. También hay una biblia, un buda en miniatura y una estampita de la Virgen de Guadalupe a la que reza todas las mañanas para que le dejen seguir trabajando.