Esta serie de imágenes, ya olvidadas, ocuparon hace poco la primera página de algún periódico. Correspondían a una discusión en cuyo transcurso la ministra había dicho al vicepresidente: “No seas cabezón”. Es lo mismo que me dice mi mujer tres o cuatro veces al mes, con frecuencia delante de los hijos, sin que la frase se interprete como un choque significativo entre ambos. A nadie se le ocurre interpretar que estamos a punto de la separación. Algunos titulares, sin embargo, transmitían la idea de que las relaciones entre los partidos representados por estas dos personas se encontraban al borde de la ruptura.