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Harta de apocalipsis

Este artículo es como una cápsula del tiempo. Ya sabéis, porque lo he repetido hasta el aburrimiento, que, por cuestiones de imprenta, debo redactar el texto 15 días antes de que se publique. Lo que significa que escribo siempre para la posteridad. Os hablo a vosotros, seres del mañana, y os voy a contar en qué momento del ayer estoy. Me encuentro en mitad de la inmensa nevada madrileña, en el sábado día 9. Hace 16 horas se fue la electricidad de todo mi edificio. No tengo calefacción, ni agua caliente, ni puedo cocinar (qué inadmisible espanto, dicho sea de paso, esa Cañada Real que lleva meses sin suministro eléctrico). Estoy escribiendo con anorak y bufanda por el frío que hace, a la luz de una vela y a mano en un cuaderno, porque apenas me queda batería en el portátil y consumiré mucha menos energía si hago un borrador y copio el artículo. Para peor, mi perra viejecita y grandullona (23 kilos) ha sufrido un ataque y no se tiene en pie. Esta mañana me he lanzado bajo la tempestad a la ciudad polar en busca de cortisona para ella, en mitad de un catastrófico panorama de árboles caídos reventando coches y taponando calles. He recorrido veterinarias y farmacias cerradas hasta encontrar una en donde, tras mucho rogar, han consentido en darme la medicina bajo la promesa de llevarles una receta. Ahora estamos aquí mis dos perras y yo, dentro del tenue círculo de luz de la vela, como precarias supervivientes de un desastre que aún no ha terminado, mientras recibo vídeos de esquiadores en la Puerta de Alcalá. Sin luz no tengo ascensor y no puedo bajar a mi perra cuatro pisos para ir al veterinario, si es que hubiera uno abierto. Hay casos mucho peores, como el de María, que vive en San Blas y está de parto y no puede llegar al hospital, me entero en las noticias. También me entero de que en Estados Unidos quieren impedir que el delirante megalómano de Trump pueda apretar el botón nuclear. Enseguida se me enciende en la cabeza la imagen de ese narciso atroz estirando un dedo rechoncho y tembloroso hacia el pulsador del Cataclismo Final. Y todo esto nos está cayendo encima además de lo ya vivido.

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