En un rincón olvidado de Nueva Zelanda, donde se encuentran la tierra, el agua dulce y el mar, está la guardiana del fuego de Okarito, Keri Hulme. Vive en una aldea de unas 20 personas que en el siglo XIX fue centro de peregrinación por la codicia del oro, y que, cuando este se acabó, fue abandonada a la naturaleza que la ha recuperado como un rincón salvaje del Edén.