Cano ha expuesto en las mejores salas públicas y privadas de Europa y América, posee obra en el Museo Vaticano y en la Galleria degli Uffizi de Florencia, ha hecho escenografía para teatro e impartido talleres en medio mundo. Pero su obra más íntima, más cercana al corazón y por la que siente una especial debilidad son sus diarios de viaje. Cuadernos de campo a la más vieja usanza del término que lleva siempre encima y que son su memoria escrita donde reflejar luces, texturas y sensaciones que se traducen luego en colecciones temáticas o en obras de gran tamaño. “55 años de mi vida pintando y viajando están en estos cuadernos”, me cuenta mientras me abre las vitrinas que los contienen en la Fundación Pedro Cano, el museo creado en su Blanca natal por él y su familia con ayuda de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia y el Ayuntamiento local. El fondo de la Fundación acoge más de mil obras que ha donado, incluida esa colección de cuadernos de viaje, una de las vitrinas más visitadas de la muestra.