Hace ya décadas que una biblioteca dejó de ser un lugar para leer libros —y no digamos solo para guardarlos— para convertirse en un espacio en el que activar personas. Allí los libros —por supuesto— pero también la luz y, sobre todo, el descubrimiento juegan un papel fundamental. En Kirkkonummi, cerca de Helsinki, la antigua sala de lectura —un edificio de hormigón que databa de los años ochenta— ha doblado su tamaño y ha sufrido una transformación radical. Se ha convertido en un icono inesperado. Más que sorprender desde su forma —una gran caja panelada de tiras de cobre— lo hace desde el contraste que opone la claridad interior con el delicado y rotundo cerramiento exterior.