La mostaza a la antigua Maille lleva 274 años fabricándose en Francia. Se dice pronto: 18 generaciones de consumidores. En Japón, donde el honor se cuenta también en el número de generaciones familiares dedicadas a perfeccionar y transmitir un oficio, hace tres siglos que la familia Mogi comenzó a producir en Noda la salsa de soja Kikoman. Tenían el taller a orillas del río Edo para poder enviar con rapidez la salsa embotellada a Tokio, que entonces se llamaba Edo. Los holandeses trajeron esa salsa a Europa a principios del XIX y, tras acumular premios en las Exposiciones Universales de Ámsterdam (1864) y Viena (1873), el sabor umami se quedó para siempre en el continente. El nombre Kikoman, en cambio, data de 1980, cuando la empresa pasó de proveer a los emperadores a convertirse en líder mundial. Igual es eso lo que buscamos en esos productos, lo contrario a las sorpresas: que nos traten como emperadores.