Ahora ya sabemos que los alimentos constituyen una parte significativa de nuestro impacto sobre el clima y los ecosistemas. Cerca de un 35% de las emisiones de gases de efecto invernadero, según los informes del IPPC de 2019, provienen del conjunto del sistema alimentario. Pero el impacto va más allá: la producción de alimentos afecta muy negativamente a la pérdida de ecosistemas naturales y la erosión de la biodiversidad como reconoce la UE en sus documentos preparatorios de la estrategia de la “granja a la mesa”.