El balón de la deuda corporativa sigue inflándose en Wall Street. Pero lo que empieza a activar las alarmas entre los inversores no es tanto el tamaño, sino la calidad de los bonos, es decir, el grado de solvencia de las empresas que los emiten. La creciente preocupación del mercado tiene en la decisión de Moody’s de dar una calificación de bono basura a Ford Motor, su mayor exponente. Si los otros dos grandes agentes de la calificación, Standard & Poor’s y Fitch, siguen la estela de Moody’s, el fabricante de coches dejará de ser una inversión segura y su exclusión del segmento de grado de inversión —donde están las empresas más sólidas— puede generar fuertes reverberaciones. Y es que los inversores tienen aún fresco el recuerdo de 2005 cuando en la caída de la deuda de Ford y de otras empresas al grado basura o high yield (denominado así porque la rentabilidad que se exige a los bonos es mayor) asfixió la financiación de estas compañías.