A Donald Trump hay que tumbarle en las urnas. Por muchas que sean las ganas que despierta en la tropa demócrata, los dirigentes, desde la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, hasta el candidato presidencial, Bernie Sanders, hubieran preferido esperar a que fueran los ciudadanos quienes le destituyeran en las próximas elecciones. Sabedores de su capacidad manipuladora y temerosos de un impeachment que se gire como un boomerang, han actuado con cautela y sobriedad a la hora de las imputaciones, limitadas a dos, el abuso de poder y la obstrucción a la investigación del Congreso, suficientes para iniciar el proceso contra un presidente que incurra en “traición, soborno u otros crímenes y faltas graves”.