No eran grandes músicos, sus discos son caóticos y sus directos estaban llenos de imperfecciones. Se olvidaban de las letras en pleno concierto, tenían poca cultura musical. Dio igual. Hasta esas características, a todas luces negativas para el resto de las bandas del mundo, eran positivas en ellos. Eskorbuto solo habrá unos, los que nacieron en Santurce (Vizcaya) en 1980, los que escribieron un relato que no fue solo sobre ellos sino sobre una parte de la juventud de la época: azotada por las drogas, enfrentada a sus padres y cabreada con un mundo al que no interesaba. Como apenas conocieron nada, su música no recibe apenas influencia: por eso suenan personales, crudos, salvajes e imperfectos.
Los Eskorbuto auténticos eran tres. Los dos líderes cayeron devorados por la heroína con una diferencia de cinco meses. Iosu Expósito (guitarra y voz) murió en mayo de 1992 con 31 años; Juanma Suárez (bajo y voz) se fue en octubre de 1992 con 30 años. Desde entonces su leyenda no ha dejado de vivir capítulos sorprendentes, con peticiones populares para avenidas con sus nombres, estatuas y murales.