Donald Trump se ha enamorado de la cloroquina. Quizá eso le haga más humano, pero desde luego no le hace un mejor estratega antipandémico. Hace un par de semanas, y para exasperación de sus propios asesores científicos, tuiteó que ese clásico fármaco antimalaria se iba a convertir en “una de las grandes revoluciones de la historia de la medicina”, causando así un desabastecimiento de cloroquina en medio planeta. Su principal asesor científico en esta crisis, Anthony Fauci —una referencia mundial en enfermedades infecciosas—, solo pudo comentar tras el tuit presidencial: “El presidente hablaba de esperanza”.