Dice Francesco Tonucci, psicopedagogo de referencia internacional y gran activista de la protección de la infancia, que la ciudad es ahora como el bosque de nuestros cuentos: un lugar sucio y gris al que tememos. La ciudad es difícil para todos. Lo es para los adultos, pero también para los mayores, para las personas con necesidades especiales y, obviamente, para los niños. Lo sabemos los que tenemos hijos y encontramos las ciudades como territorios inhóspitos en los que el paseo, el juego y la estancia no tienen cabida en sus calles. Todo está compartimentado y estructurado, todo gira en torno a la movilidad, pero incluso esa movilidad es muy determinada: el carro no cabe entre los coches ni puedes acceder con él a muchas estaciones de metro, los niños han perdido su autonomía, el tráfico y los edificios han fagocitado la espontaneidad del juego. La economía manda.