La efervescencia escénica de los felices años veinte fue fruto de la reacción del sistema inmune social a la acción combinada de la pandemia de gripe de 1918 y la I Guerra Mundial, que segaron la vida de 65 millones de personas. Como sobre la evolución de la covid-19 planea aún una incertidumbre atenazadora del ánimo colectivo, da gusto volver al teatro para ver un espectáculo tan jondo como ligero, bien informado sobre las pasiones del espíritu y de la carne, hilvanado sobre un clásico pero reescrito con luz de ahora.