Hace nueve meses que los ojos de Fabiola Campillai dejaron de ver. Entre las últimas personas que distinguió está su hermana Ana María, quien la acompañó hasta el paradero a tomar locomoción para irse a su trabajo a cumplir el turno de noche. En ese momento no había protestas ni movilizaciones en el sector; pese a que Chile por esos días estaba en pleno estallido social que se vio aparejado por una fuerte represión en las calles. “Vayan no más, no pasa nada”, les gritó un vecino que había estado atento ante posibles desórdenes en el lugar. Ellas, sin miedo, decidieron salir.