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Una alarma para evitar que las escuelas se conviertan en objetivo de guerra

Sonia Mankongo ha visto el miedo en la mirada de sus alumnos. Miedo a que vuelvan a atacar su escuela y a que tengan que huir de nuevo. Mankongo es coordinadora del programa de educación de la ONG Zerca y Lejos y profesora en el colegio N’drock, en el extremo norte de Camerún. Ese centro educativo es el único que permanece abierto en la zona fronteriza con Nigeria por los continuos ataques y la presencia del grupo yihadista Boko Haram. “Pasamos de tener 300 alumnos a tener 600, sin que el profesorado ni las aulas estuvieran preparados para acoger a estos niños que habían sido agredidos”, explica Mankongo al teléfono. 

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