Las guerras mundiales y las grandes depresiones no surgen de la nada; ocurren porque se debilitan antiguas restricciones a malas conductas. (…) En tiempos relativamente estables, el mundo puede sobrellevar la existencia de líderes problemáticos sin que se produzcan daños duraderos. Es cuando confluyen una serie de factores disruptivos que aquellos que ostentan el poder pueden desencadenar la tormenta perfecta.